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P. San Rafael 22.11.2022

Hoy celebramos a San Miguel, San Rafael y San Gabriel Arcángeles, servidores y mensajeros de Dios a los que los católicos nos encomendamos. San Miguel: Quien co...mo Dios. San Rafael: Medicina de Dios. San Gabriel: Fortaleza de Dios. La existencia de los ángeles es una verdad de fe. Si quieres conocer las enseñanzas de la Iglesia sobre los ángeles, visita http://www.aciprensa.com/angeles/

P. San Rafael 22.11.2022

#PapaFrancisco Si quitamos a Jesús ¿Qué queda de la Navidad? Una fiesta vacía. ¡No quitéis a Jesús de la Navidad! Jesús es el centro de la Navidad. Jesús es la verdadera Navidad. ¿Entendido?.

P. San Rafael 22.11.2022

Nuestra Señora del Monte Carmelo en su novenario en la Catedral en Teziutlán.

P. San Rafael 21.11.2022

Un grupo de Sacerdotes mexicanos (estudiantes en Roma) realizaron un vídeo sobre el Sacerdocio, ahora en tiempos de fútbol. Vale la pena verlo. Créditos: Emanuel Santana/Martín Alejandro Arceo

P. San Rafael 21.11.2022

HOMILÍA EN EL I DOMINGO DE ADVIENTO Is 63, 16-17. 19; 64, 2-7; Sal 79; 1 Co 1, 3-9; Mc 13, 33-37 Velen y estén preparados... Queridos hermanos, con este primer domingo de adviento hemos iniciado un nuevo año litúrgico. Adviento significa venida, o sea que empezamos el año litúrgico con un tiempo en el que, de manera especial, meditamos en la venida del Señor. Pero ¿de qué venida se trata? Se trata principalmente de la venida histórica en la carne, se trata de la Navidad. Pero al pensar en la Navidad también pensamos en la última venida al final de los tiempos, en la gloria de los ángeles y, por supuesto, también esperamos la continua venida espiritual. Así pues, el adviento, en primer lugar, es un tiempo de espera para celebrar gozosamente la Navidad, es decir la venida histórica en la humildad de la carne. En efecto, el Señor vino ya, cuando se encarnó en las purísimas entrañas de la Santísima Virgen María y se hizo hijo de una familia humana, la familia de María y José, familia pobre y sencilla que tuvieron que ir a Belén para empadronarse y fue ahí donde se vivió la primera Navidad, anunciada luego por los ángeles a los pastores, los cuales fueron a toda prisa y encontraron a María, a José y al Niño, recostado en el pesebre y después de verlo, contaron lo que se les había dicho de aquel niño, y cuantos lo oían quedaban maravillados (cfr. Lc 2, 15-18). También el adviento está marcado por la última venida del Hijo del hombre rodeado de su gloria. Esto se debe a que, en los primeros tiempos de la Iglesia, cuando todavía no se hacía el actual calendario litúrgico, ni estaban establecidas las fiestas de Navidad, el principio del año lo constituía la Pascua y el final la última venida del Señor, a la cual llamamos la Parusía. Como recuerdo de esos tiempos, en las lecturas de la Misa, sobre todo de la primera semana de adviento, se nos habla de esta venida al final de los tiempos. Pero, aunque todavía no sea el fin del mundo, esta venida tiene una aplicación muy particular para el final de nuestra vida. Como para cada uno la vida es corta, hay que estar preparados porque no sabemos el día final de nuestra vida, no sabemos la última hora. Entre las dos venidas mencionadas se encuentra otra, la venida continua y espiritual. El Señor siempre viene, siempre está cerca. Su venida no es una cuestión cronológica, sino espiritual, ¡El Señor está cerca, muy cerca de nosotros! Podríamos decir que siempre es adviento porque el Señor siempre viene a nosotros y por lo mismo siempre debemos desear y anhelar que venga a nuestras vidas. Esa es la necesidad más profunda que debemos tener. Hemos sido creados por Dios y para Dios y nuestra vida sólo será plena si se vive en la búsqueda de Dios. Si esperamos la venida del Señor viviremos en forma más solidaria, con más pasión y entusiasmo, con más coraje por construir un mundo mejor. Si no esperamos la venida del Señor podemos caer en la indiferencia y en la mediocridad y en el sin sentido de la vida. Con la ascensión de nuestro Señor Jesucristo a los cielos, y en espera de la promesa de que volverá al final de los tiempos, nos encontramos, como dice el evangelio: como un hombre que se va de viaje, deja su casa y encomienda a cada quien lo que debe hacer y encarga al portero que esté velando. La imagen del portero podría evocar a Pedro el primer Papa, se dice que Marcos fue su secretario y que lo que escribió es el evangelio de Pedro. Sin embargo, el mandato de velar y estar preparados Jesús lo dice para todos. Nosotros debemos ser como el portero que está vigilando porque no sabemos a qué hora va a venir el Señor y tampoco es necesario saberlo, lo importante es saber que vendrá. Pero hay que decir que la vigilancia no consiste en temer que llegue, sino en vivir activamente con esperanza y alegría cada día independientemente de cuando llegue. Una cosa es segura: la vida es corta, por tanto, cuando ésta termine para nosotros, aunque el mundo siga, para nosotros se habrá terminado. Los primeros cristianos esperaban de un momento a otro la última venida de nuestro Señor, pero con el tiempo se dieron cuenta que se tardaba y que, por lo mismo, corrían el peligro de ya no esperarlo y caer en la indiferencia y en la mediocridad; espiritualmente se podían dormir, se podían ocupar sólo de las cosas de este mundo y olvidarse de la venida del Señor. De ahí el imperativo: Velen y estén preparados. Este imperativo, ya desde entonces, tenía un carácter universal y valor para todos los tiempos, por eso dice el Señor en el evangelio: Lo que les digo a ustedes, lo digo para todos: permanezcan alerta. Hay que preguntarnos ¿qué tanto nos hemos dormido en una vida sin esperanza, en una vida egoísta y sin solidaridad? Esperar la venida del Señor significa, en cierto modo, hacer que llegue, cambiando nuestra vida personal y nuestro entorno tan lleno de muerte y vacío de Dios. En la primera lectura se afirma categóricamente la paternidad de Dios. Se dice al principio: Tú Señor, eres nuestro padre y nuestro redentor, se dice al final: Señor tu eres nuestro padre: nosotros somos el barro y tú el alfarero; todos somos hechura de tus manos. Por lo anterior, a pesar de que el pueblo se ha alejado de Dios, por sus pecados, y precisamente por eso se le dice a Dios: Vuélvete, por amor a tus siervos, Ojalá rasgarás los cielos y bajaras, Tú sales al encuentro del que practica alegremente la justicia y no pierde de vista tus mandamientos. Estas súplicas tuvieron su respuesta con la venida del Hijo de Dios en la primera Navidad de la historia. Dios rasgó los cielos y salió a nuestro encuentro en Jesucristo, por tanto, nosotros también debemos vivir nuestra vida en salida al encuentro de Dios. Nuestra vida cristiana debe ser un constante vivir en espera de que venga el Señor. Recordemos que los primeros cristianos con la invocación Maran atha (cfr. 1 Co 16, 22), deseaban y pedían, que lo más pronto posible llegara el Señor. Pero, además, la oración del Padre Nuestro está marcada por esta tensión y deseo que venga el Señor. De hecho, cada vez que la rezamos decimos: Venga a nosotros tu reino. Pero vale la pena preguntarnos, ¿de verdad esperamos que venga el Señor? ¿No estaremos demasiado acostumbrados a este mundo, a nuestras seguridades materiales? ¿De verdad esperamos un mundo nuevo? Y si lo esperamos ¿no deberíamos de cambiar las situaciones que parecen injustas y hacer un mundo más humano, solidario y fraterno? Hermanos, estemos preparados, el Señor vino, viene constantemente y vendrá al final de los tiempos: Mira, vengo pronto y traigo mi recompensa conmigo para pagar a cada uno según su trabajo (Ap 22, 12). Si no podemos cambiar el mundo, sí podemos cambiar nuestro corazón para que sea menos apegado a las cosas materiales; si no podemos cambiar tantas situaciones de injusticia que hay en nuestro mundo, sí podemos cambiarle la vida a alguien que esté cerca de nosotros y necesite de nuestra ayuda y de nuestro amor ¡Que así sea! + Mons. José Trinidad Zapata Ortiz VIII Obispo de Papantla

P. San Rafael 21.11.2022

Felicidades a tod@s hoy en la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús.

P. San Rafael 21.11.2022

Transmisión en vivo de nuestra peregrinación anual a la Basílica de Guadalupe



Información

Localidad: Teziutlán, Puebla

Ubicación: Hidalgo 73885 Teziutlán, Puebla, Mexico

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